En este Día Internacional del Migrante, reflexionamos sobre las vidas de los más de 280 millones de personas que abandonaron su país para emprender la universal búsqueda de oportunidades, dignidad, libertad y una vida mejor.
En la actualidad, más del 80 % de los migrantes del mundo cruzan las fronteras de forma segura y ordenada.
Esa migración es un poderoso motor de crecimiento económico, dinamismo y entendimiento.
Pero la migración no regulada por rutas cada vez más peligrosas — cruel dominio de los traficantes— sigue cobrando un precio terrible.
En los últimos ocho años han muerto al menos 51.000 migrantes, y miles más han desaparecido.
Detrás de las cifras hay seres humanos: una hermana, un hermano, una hija, un hijo, una madre o un padre.
Los derechos de los migrantes son derechos humanos. Deben ser respetados sin discriminación e independientemente de que el desplazamiento de esos migrantes sea forzado o voluntario o tenga autorización oficial.
Debemos hacer todo lo posible para evitar la pérdida de vidas, como imperativo humanitario y obligación moral y legal.
Debemos disponer labores de búsqueda y salvamento y prestar atención médica.
Debemos ampliar y diversificar las vías de migración basadas en los derechos para avanzar hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible y afrontar la escasez de mano de obra en el mercado laboral.
Y necesitamos un mayor apoyo internacional a las inversiones en los países de origen para que la migración sea una opción, no una necesidad.
No hay crisis migratoria; hay una crisis solidaria.
Hoy y todos los días, salvaguardemos nuestra humanidad común y protejamos los derechos y la dignidad de todos.