Cascos de vida
Una nueva generación de equipamiento de protección personal para que los mercados de abastos reactiven sus economías de manera segura y sin más estigmas.
Quienes trabajan en los mercados de abastos en Perú están en la primera línea de lucha contra la pandemia. Gracias a su trabajo, aproximadamente 3 de cada 5 hogares se abastecen de bienes de consumo básico en este país. Pero al igual que médicos, enfermeros y policías, estos comerciantes están muy expuestos al COVID-19. Ni el lavado frecuente de manos ni las mascarillas por sí solos son suficientes, y este escenario se hace aun más complejo ahora que la cuarentena ha concluido en el país. Por eso, y contra el estigma que cargan de ser un foco de contagio, estos trabajadores esenciales han adoptado una nueva herramienta que les permite enfrentarse mejor a la nueva normalidad: unos “cascos de vida” que podrían proteger su salud y la de sus comunidades.
La paradoja del mercado
Perú fue el primer país de América Latina en decretar estrictas medidas para frenar este coronavirus, con una cuarentena total que duró 107 días. Sin embargo, incluso antes del levantamiento gradual de la inamovilidad, el país ya había sobrepasado las cifras de contagios de los países europeos más golpeados por este brote. Con más de 400, 000 contagios, número todavía en ascenso, este país se encuentra en el segundo lugar con mayor registro de casos positivos por millón de habitantes en Latinoamérica, solo después de Brasil.
Frente a esta paradójica escalada, analistas y periodistas de todas partes han mirado hacia los mercados y sus aglomeraciones que revelaron una desigualdad. Apenas el 49% de hogares peruanos tiene un refrigerador y esto se reduce a menos de la mitad si se trata de uno en condición de pobreza. La ausencia de un congelador obliga a que las familias a salir con mayor frecuencia para abastecerse - en medio del pico de la pandemia.
“A los clientes les recomendamos que mantengan su distancia siempre, además de sus mascarillas”, explica Manuela Guerra Huallpa, quien trabaja desde hace 30 años junto a su hermana vendiendo embutidos y abarrotes en un puesto del Mercado Municipal Gran Mariscal Ramón Castilla, más conocido como Mercado Central de Lima. “Tenemos todo con plástico por fuera, es complicado porque no se exhibe bien la mercadería, pero es por el bien de todos”, agrega ella. Al igual que las hermanas Guerra, todos los comerciantes de este mercado tradicional han emprendido distintas medidas para cuidar su vida y la de sus consumidores.
Soluciones locales para la nueva normalidad
El trabajo que ha realizado la ONU con otras enfermedades de alto riesgo evidencia que un gran número de contagios no se producen tan solo de persona a persona, sino también a través del contacto involuntario con el propio rostro, luego de tocar superficies contaminadas con el virus. Esto puede generar un contagio incluso cuando se tiene acceso a equipamiento de protección. Y es que existe un enemigo silencioso: la sensación de falsa sensación de seguridad. Mientras más protección llevamos encima, más relajamos nuestras conductas de cuidado.
De ahí el valor de los “cascos de vida”, que sirven de barrera entre personas y evitan ese contacto inconsciente con el rostro. Activando la inteligencia colectiva de redes de makers y FabLabs, colectivos especialistas en innovación y producción digital, esta iniciativa del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS), la Municipalidad Metropolitana de Lima, PerúMakers y Red Peruana de FabLabs ha optimizado un modelo de protector facial que responde a las necesidades de los mercados peruanos.
A diferencia de otros protectores, los “cascos de vida” cubren por completo el rostro, incluido el mentón. Además, por su simplicidad y ligereza, al estar fabricados con materiales reciclables y biodegradables, no interfieren con el trabajo de los comerciantes y son fáciles de desmontar, desinfectar y reutilizar.
“Este casquito es bastante flexible y nos hace trabajar de una manera cómoda. Me siento más seguro al utilizarlo, porque no solo protege al consumidor, sino también al vendedor”, asegura Luis Ropa Chauca, quien a sus 60 años es uno de los más de 1000 comerciantes del Mercado Central que está usando este innovador protector.
Sin más estigmas
“Tenemos que ofrecer seguridad y una mejor experiencia ahora que estamos retomando; atraer el reencuentro con nuestros clientes con la distancia debida, pero con el cariño de siempre”, explica Enrique Salgado, otro comerciante de verduras del Mercado Central. Apenas hace unos meses, este centro de abastos fue clausurado por la Municipalidad de Lima luego de que 59 comerciantes, de 201 testeados, dieran positivo en coronavirus.
Si bien este emblemático mercado ha reabierto sus puertas con nuevas —y estrictas— medidas de seguridad, también con muchos estigmas. “Las ventas han bajado demasiado, casi a la cuarta parte y lamentablemente nuestros productos son los que sufren las consecuencias. En lo anímico estamos destrozados”, cuenta Ropa. “Nosotros brindamos un servicio a la colectividad”, agrega este comerciante quien, según sus mismas caseras, vende todas las variedades de paltas del país.
Similar a tantas otras relaciones humanas, la pandemia implica una barrera para la interacción entre clientes y comerciantes, para ese vínculo que traspasa la simple venta de alimentos. “Uno va adquiriendo la vocación de servicio, conociendo a nuestros caseros y tratándolos con ese cariño; es prácticamente un vínculo emocional”, cuenta Salgado quien, siguiendo el legado de sus padres, trabaja desde hace 12 años en este mercado.
A la recuperación de esa relación de confianza con la ciudadanía, se suman estos “cascos de vida”, una iniciativa que demuestra la voluntad de cambio desde los mismos comerciantes y los esfuerzos que están emprendiendo con alianzas e innovación para superar esta crisis. “A medida que ofrezcamos mayor seguridad, los caseros van a venir con confianza”, dice con convicción Salgado. Estos “cascos de vida” otorgan esa protección a los compradores y a estos comerciantes que lo dan todo cada día para abastecer de alimentos a un país en emergencia. Una solución para que esta fuerza laboral —y otras tan esenciales— sigan trabajando con más seguridad y menos estigmas.
Cuidar a quienes nos cuidan
Siguiendo la experiencia de los “cascos de vida” optimizados para mercados de abastos, ya se está trabajando en el diseño de nuevo equipamiento que se adapte al trabajo específico de otros sectores esenciales, como personal médico, Fuerzas Armadas y policías.
Con la reapertura de la economía, los trabajadores esenciales se enfrentan al mayor escenario de riesgo desde el inicio de la pandemia. Solo la última semana, el número de nuevos casos ha aumentado en 27% con respecto a la semana anterior. Es evidente que esta cifra requiere una movilización ciudadana que use mecanismos innovadores para cerrar esta brecha de financiamiento.
Es por ello que, para proteger a 100,000 de estos trabajadores esenciales en el país, con un énfasis particular en los mercados de abastos, la iniciativa de “Cascos de vida” realizará la campaña “Cuidemos a quienes nos cuidan” durante agosto y septiembre, una iniciativa de crowdfunding que le permitirá a la ciudadanía ser parte del cambio, y desde el financiamiento directo, el activismo, la creatividad y la comunicación digital puedan construir una nueva normalidad cada vez más segura, inclusiva y sostenible, donde ningún trabajador esencial deba enfermarse o perder la vida por seguir sirviendo al país.
Escribe: Sally Jabiel