Los glaciares son las cámaras acorazadas de la naturaleza, que custodian un recurso precioso: casi el 70 % de toda el agua dulce de la Tierra.
A medida que se derriten, los glaciares sacian la sed de las comunidades, sostienen los ecosistemas y apoyan la agricultura, la industria y la energía limpia. Pero las temperaturas abrasadoras están vaciando esas cámaras a una velocidad récord, del Himalaya a los Andes, de los Alpes al Ártico.
Se están produciendo inundaciones mortales que afectan a miles de millones de personas, tanto en ciudades como en zonas rurales. Comunidades de baja altitud y países enteros se enfrentan a amenazas existenciales, mientras que la competencia por el agua y la tierra agrava las tensiones.
Puede que los glaciares estén menguando, pero esto no puede menguar nuestra responsabilidad.
En el Pacto para el Futuro, que los países acordaron el pasado mes de septiembre, estos se comprometieron a emprender acciones ambiciosas para proteger, restaurar y mantener los glaciares del mundo y reforzar la resiliencia de las comunidades. También he nombrado un Enviado Especial sobre el Agua para fortalecer la cooperación internacional en la gestión sostenible de los recursos de agua dulce.
Lo que hagamos este año es fundamental. Todos los países deben elaborar nuevos planes de acción climática que se ajusten a la limitación del aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados.
La financiación para la adaptación y la resiliencia climáticas debe aumentar, con el apoyo de una arquitectura financiera internacional reformada que permita desbloquear una financiación climática sostenida y masiva.
Actuemos juntos para preservar estos recursos helados que son vitales para la humanidad