Nuestra adicción a los combustibles fósiles y el uso insostenible de los recursos están empujando a los ecosistemas al colapso y llevando a distintas especies a la extinción, a la vez que menguan las inversiones en la protección de la biodiversidad.
Es un mal augurio no solo para la naturaleza, sino también para las comunidades de distintas partes del mundo cuyo bienestar y cuya supervivencia misma dependen de la salud de los ecosistemas.
Es hora de elegir una senda más inteligente.
Este año, el Día Mundial de la Vida Silvestre destaca la necesidad de recaudar fondos para la conservación.
Es vital que se invierta en la salud de los ecosistemas para tener aire puro y agua limpia, regular el clima y sustentar los medios de vida.
Para eso hay que movilizar recursos públicos y privados con los que conservar la vida silvestre y los hábitats; cumplir los compromisos financieros y apoyar a los países vulnerables donde más peligra la biodiversidad; reducir la presión financiera que causan las dificultades para pagar la deuda y los shocks climáticos; idear soluciones innovadoras como los bonos verdes y azules; aplicar el índice de vulnerabilidad multidimensional de las Naciones Unidas para orientar la financiación asequible; y garantizar que los Pueblos Indígenas y las comunidades locales, el primer escudo protector de nuestros ecosistemas, tengan acceso equitativo a los fondos.
El reciente Pacto para el Futuro incluye el compromiso renovado de detener e invertir la pérdida de biodiversidad a escala global para 2030.
Para cumplir ese compromiso se necesita financiación. Invirtamos juntos en un futuro en el que la naturaleza y los pueblos prosperen a la par.