En los últimos años ha aumentado enormemente el número de ataques contra estudiantes, docentes, personal educativo y escuelas en todo el mundo.
Desde Gaza hasta el Sudán, Myanmar, Ucrania, Colombia y la República Democrática del Congo, por poner algunos ejemplos.
Todos los conflictos tienen un cruel costo humano. Pero en el caso de los niños y los jóvenes que están atrapados en el infierno del conflicto, el costo es incalculable.
Este importante día nos recuerda el daño que inflige la guerra en el cuerpo, la mente y el espíritu de los estudiantes jóvenes. Desde las heridas y la pérdida de la vida hasta el secuestro, el desplazamiento forzoso, la violencia sexual, el reclutamiento para los combates y la pérdida de oportunidades, los riesgos son enormes.
La educación no es solo un derecho humano básico en sí mismo, sino que es esencial para el ejercicio de todos los demás derechos humanos.
Pido a todos los países que inviertan en educación y no escatimen esfuerzos para resguardar la educación y los establecimientos educativos, proteger a estudiantes y docentes por igual y exigir responsabilidades a quienes perpetren ataques contra establecimientos educativos.
También insto a todos los países a que hagan suya y apliquen en todo la Declaración sobre Escuelas Seguras, apoyen la Coalición Mundial para la Protección de la Educación contra los Ataques y respalden todos los esfuerzos para que los niños y los jóvenes puedan seguir aprendiendo, tanto en tiempos de crisis como cuando cesan los combates.
Protejamos la educación de ataques y defendamos el derecho fundamental a la educación, que pertenece a todos y cada uno de los niños y los jóvenes, en todas partes.