El transporte representa el sistema circulatorio del mundo: lleva a las personas y las mercancías de un país a otro y por todo el globo, crea empleo y favorece la prosperidad.
No obstante, también alimenta el caos climático.
El sector del transporte es el causante de aproximadamente una cuarta parte de todas las emisiones de gases de efecto invernadero. El 91 % de la energía que se emplea en el transporte motorizado terrestre, marítimo y aéreo procede de combustibles fósiles.
Esto hace que el sector sea uno de los más difíciles de descarbonizar.
Sin embargo, estoy convencido de que la humanidad está a la altura del reto que supone acabar con nuestra adicción a los combustibles fósiles, catastróficos para el clima, y crear sistemas de transporte resilientes, eficientes y con bajas emisiones de carbono, basados en fuentes de energía renovables e innovadoras.
Ya sea mediante vehículos eléctricos o solares, fuentes renovables de combustible aeronáutico, inversiones masivas en sistemas ecológicos de transporte público o medidas como la tarificación del carbono y las subvenciones a los combustibles con bajas emisiones de carbono, podemos encauzar nuestras sociedades hacia una senda más limpia y sostenible para las personas y el planeta.
No hay tiempo que perder. Pongámonos en marcha.