Según las tendencias actuales, tendrán que pasar 300 años para poner fin al matrimonio infantil. Si nada cambia, en 2030, 110 millones de mujeres jóvenes y niñas que deberían estar estudiando, no lo estarán. Y 340 millones de mujeres y niñas seguirán soportando las penurias de la pobreza extrema.
Las antiguas formas de discriminación contra las niñas continúan y, en algunos casos, se están agravando. Las niñas del Afganistán no pueden ejercer sus derechos y libertades más básicos, y están confinadas en sus hogares sin ninguna esperanza de acceder a educación o tener independencia económica.
Están surgiendo nuevas formas de sesgo y desigualdad. La brecha digital hace que muchas niñas queden excluidas del mundo virtual. Los algoritmos basados en la experiencia de hombres y niños están digitalizando y amplificando el sexismo.
Sin embargo, las niñas luchan en todo el mundo contra el sexismo y los estereotipos y generan cambios, tanto en los campos de fútbol como en las escuelas y la esfera pública. Debemos apoyarlas en esta tarea.
Mi propuesta de un plan de estímulo para los ODS encaminado a lograr los Objetivos está cobrando fuerza. Debemos invertir en el liderazgo de las niñas —el tema del Día Internacional de la Niña de este año— para ayudarlas a alcanzar sus ambiciones e impulsar así la igualdad de género. El liderazgo de mujeres y niñas puede cambiar actitudes, generar cambios y promover políticas y soluciones que atiendan sus necesidades.
Las mujeres y las niñas pueden guiarnos hacia un futuro más justo. En este Día Internacional de la Niña, reforcemos sus voces y volvamos a comprometernos a trabajar juntos para construir un mundo en el que todas las niñas puedan ser líderes y prosperar.