Rutas de altura para las mujeres de paz
En 1973, Bernardina Rado de Zamalloa, ama de casa y esposa de un agricultor, fue designada jueza de paz no letrada de Yanaoca, en las alturas de Canas, Cusco.
Bernardina - de la misma tierra que el cacique Túpac Amaru II, cuya rebelión contra el virreynato cambió la historia peruana - también hizo su propio acto de rebeldía: ser la primera jueza de paz de quien se tiene rastro histórico. En ese tiempo, contrario a lo que se cree, las mujeres participaban en cargos locales. La legislación de 1955, que aprobó el sufragio femenino para las mujeres alfabetizadas, y luego las políticas de la reforma agraria que favorecieron la participación de las comunidades campesinas, contribuyeron a ello (1). De hecho, Bernardina contrajo matrimonio ante una alcaldesa provincial.
A pesar de esto, cincuenta años después, y en un escenario donde las políticas y leyes sobre equidad de género han promovido la elección de mujeres, Cusco solo cuenta con 24 mujeres de un total de 293 jueces y juezas de paz. En todo el Perú, hasta octubre de 2023, apenas el 14% de jueces y juezas de paz eran mujeres (2). Sin embargo, muchas de ellas siguen el camino de Bernardina, postulando y siendo elegidas, ahora mediante voto popular. ¿Qué las inspira a hacerlo? ¿Qué rutas abren para otras mujeres? ¿Qué transformaciones de género producen?
Las rutas que siguen las mujeres para ser juezas de paz implican una diversidad de formas de ejercer la ciudadanía y de participar en el ámbito público. Desde el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y Poder Judicial hemos empezado a identificar estas rutas mediante encuentros con las juezas y lideresas, así como estudios sobre sus trayectorias, que han sido propiciados con el apoyo de la Agencia de Cooperación Internacional de Corea (KOICA). Estas rutas también trazan el quehacer de nuestro proyecto Sumaq Justicia que tiene como uno de sus propósitos, la participación de más mujeres rurales en la justicia de paz.
ABRIR RUTAS PARA OTRAS
En Pantachi Norte, una comunidad quechua hablante de la provincia de Acobamba, situada a 3,962 m s.n.m., vive la agricultora y ganadera Daría Urbina; una de las 16 juezas de paz de Huancavelica. Daría siguió la ruta de participación y de servicio de otra mujer rebelde como Bernardina, su madre: “Mi mamá ha sido presidenta de vaso de leche, de comedor, y también ha ocupado cargos en la comunidad. Ha sido tesorera, secretaria…”.
Daría ha ocupado muchos cargos en la directiva de su comunidad y en organizaciones sociales. Ser elegida jueza de paz no se alcanza al azar; es resultado de un proceso de aprendizaje permanente y gradual, donde la familia y la comunidad van preparando a sus miembros para los cargos de gestión(2).Ahora, Daría suele acudir a sus cursos y a la oficina con su hijo más pequeño, quien le pide “yo también quiero ir a tus cursos, quiero aprender, quizás, cuando sea grande, seré juez”. Así esta jueza ha ido aprendiendo de unas mujeres y, a la vez, creando condiciones para que otras accedan a la vida pública y de servicio de la comunidad, que aún es un espacio de varones castellano hablantes (3).
ACOMPAÑARSE PARA CONSTRUIR AUTORIDAD
Estas rutas femeninas de paz no terminan con el acceso al cargo. Las juezas tienen que seguir construyendo su autoridad y lo hacen con redes de compañerismo. Mónica Verástegui, jueza de paz de los cinco barrios y tres anexos del distrito altoandino de Mito, en la provincia de Concepción, Junín, ha logrado así vencer las resistencias iniciales en su familia y comunidad. Si bien su padre recibió con cierta indiferencia su intención de postularse al cargo de jueza de paz, ahora cuenta con su apoyo y el de su madre para la crianza de su hija. Sin ellos, sería imposible cumplir la triple carga de trabajo que implica ser madre, trabajadora agrícola y educadora, y jueza de paz.
En su comunidad, el juez de paz saliente se negó a entregar el cargo y las autoridades locales querían interferir en sus decisiones. Tuvo que confrontarlos. La Oficina Distrital de Apoyo a la Justicia de Paz -ODAJUP de la Corte de Junín acompañó a Mónica, la capacitó, absolvió las dudas y le brindó soporte. Hoy, esta jueza también está acompañada por las autoridades de su comunidad. Lo importante es “no estar sola en el trayecto”, como reafirmaron el año anterior las sucesoras de Mónica en el I Encuentro de Juezas de Junín “Creando alianzas ante obstáculos y violencias en la administración de justicia”, que organizó Sumaq Justicia junto a la Corte Superior de Justicia de Junín.
Mónica Verástegui, jueza de paz del distrito de Mito, Junín.
TRANSFORMAR LOS MANDATOS DE GÉNERO
En este camino de paz que van trazando, las mujeres experimentan un cambio personal, pero también transforman sus relaciones con los varones. En algunos casos, los esposos, padres e hijos mayores de las juezas cuidan a los hijos e hijas para que ellas puedan ir tranquilas a sus capacitaciones. De esta forma, ellas flexibilizan la tradicional división de género en que las mujeres pertenecen al hogar y los hombres al espacio público(4).
Otros varones van más allá y apoyan a las juezas en el desempeño de sus cargos. Para Daría, su esposo es su compañero: “Cuando me proponen para cargos, él me dice ‘Asume pues, yo te voy a apoyar’. Con eso, yo acepto compañera, él me apoya en mi rol como autoridad… a las capacitaciones también vamos juntos”. En otros casos, ellos y sus hijos las ayudan a elaborar documentos o actas y a conectarse a internet para las coordinaciones y audiencias virtuales. Y están aquellas juezas cuyas autoridades varones, como el alcalde o el presidente comunal, las respetan y colaboran con su trabajo, en especial cuando los casos que atienden son difíciles, como aquellos atravesados por la violencia.
Daría Urbina y su esposo Jose Crispín
Estas rutas rebeldes que abren las juezas, desde su voz y autoridad, no solo amplían su ciudadanía, sino también la de otras mujeres. Es parte de nuestro quehacer desde PNUD y del Poder Judicial que estas rutas sean afianzadas en nuevas políticas de equidad de género en la justicia, donde se reconozca que, para muchas mujeres en territorios rurales (5), ser jueza de paz se inserta en trayectorias más amplias, locales y colectivas de participación, que ser autoridad se construye en compañía y fortalecerse motiva cambios en los varones. Solo así podremos lograr que más mujeres de la altura, como Bernardina, Daría y Mónica tengan la oportunidad de seguir recorriendo estas rutas de paz.
(1) Arias, Y. (2023). La justicia de paz en la historia republicana. 200 años acercando la justicia a peruanos y peruanas. Lima: PNUD.
(2) Oficina Nacional de Justicia de Paz y Justicia Indígena. (2023). Base de datos de jueces y juezas de paz a octubre de 2023. Lima: Poder Judicial.
(3) Franco, R. & Gonzáles, M.A. (2009). Las mujeres en la justicia comunitaria: Víctimas, sujetos y actores. Lima: IDL.
(4) Ibid.
(5) Sieder, R. & Barrera, A. (2017). Women and Legal Pluralism: Lessons from Indigenous Governance Systems in the Andes. Journal of Latin American Studies, 49(3):633-658. doi:10.1017/S0022216X16002273
Historias: Roxana Vergara / PNUD Perú - Fotografías: Nikolas Escobar y Ángel Vila/ PNUD Perú